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miércoles, 16 de febrero de 2011

El lector alienado



¿Quién es el lector alienado? El obrero, que lo más que lee son planos, o el estudiante que está dentro estudiando y leyendo. Ambos son constructores, ambos tocan la cima. El obrero está ahora mismo por encima de toda Granada, tocando la cima del Hospital Real. El Hospital Real es el símbolo del conocimiento de la comunidad universitaria. El estudiante construye, con sus acciones, con sus decisiones, construye el mañana. Puede tocar al cima del mundo académico. Construye y produce el conocimiento del mañana construyéndose a sí mismo. Pero no sólo labra su futuro, con el conocimiento que produzca, influirá en el tipo de sociedad en que vivirán otros nuevos obreros, y otros nuevos estudiantes.
Para los compañeros que estudian arquitectura:

Creo que hay que cambiar lo que son ahora los espacios públicos en Granada. Todos sabemos que las calles no son lugares “de nadie” sino que es el Estado (o los gobiernos municipales) los que deciden para qué se puede usar la calle, este para qué determina el qué es la calle. Como estamos en Granada, LECTORES, leamos el plano callejero de la Granada de hoy, donde las calles se convierten gradualmente en lugares de tránsito (medios) para ir de lugares privados a lugares privados (esos son los fines, y la finalidad razón por la que se determina el tipo de medio). El último caso de atrocidad contra las relaciones humanas es la puesta de vallas a la Plaza de la Libertad ¿rejas a la libertad? Suena gracioso…
Tenemos que cambiar esa concepción del espacio público retomando los usos y las relaciones naturales y libres que deberían darse en la calle como espacio de entretejimiento de relaciones humanas.
Yo voy a proponer una pequeña idea de un comienzo, sólo es una idea que se está desarrollando en la ciudad, pero que se encuentra todavía en pañales, el famoso interrogante que está por toda Granada. Pero esto lo expondré más adelante, por ahora dediquémonos a la calle en Granada.
Poco a poco el control municipal sobre las calles de Granada ha ido en aumento, tanto es así que la ley cívica ha supuesto una supresión incívica e hipócrita de los derechos y libertades de los residentes granadinos.
La Plaza de la cruz, por ejemplo. Por más que queramos, ya no es la misma, en toda Granada parece que estamos en la calle “de prestado”, como si se nos hiciera un favor. Ya no hay gente tocando espontáneamente la guitarra (más que nada porque la espontaneidad no es bien recibida por los “nuevos” defensores de los derechos ciudadanos), se pierden actos naturales y totalmente sanos como es sacar una mesa y comer juntos en la calle, la familia, los amigos, no importa, ya no se puede. Ya no puede uno tomarse una cervecita en la calle. ¡La calle es la máxima perversión!
Mirémoslo desde otro punto de vista ¿qué significa que no se puede beber en la calle? Cuando uno se opone a la capacidad de libre raciocinio y al juicio individual de las personas, y pretende decirles cómo deben hacer las cosas (ya Kant escribió sobre esto para un diario de la época) lo que sucede es que al dirigir las actividades, les das forma, se convierten en una cosa unívoca, de una sola dirección. Toda forma acoge un volumen o una superficie, y la superficie o volumen no pueden traspasar los límites geométricos de la forma que los cobija. De igual manera sucede con las ordenanzas civiles y la gestión de los espacios en el momento en que pasan a ser públicos, pero en el sentido de gestionados por los organismos públicos.
Si no puedes beber en la calle, y quieres beber, entonces o bebes en un bar o una discoteca, o bien bebes en el botellódromo. Cuando beber se convierte en un fin prefijado, nos encontramos con formas y volúmenes ya cerrados, nos encontramos con estatuas muertas. Y esta es la metáfora que creo señala mejor la relación de los granadinos con la calle. Entiendo por estatua, no sólo aquella obra escultórica que tiene una intención de representar, sino que también puede ser entendida en sentido metafórico como una tipología relacionada con la decisión. Uno puede decidir esto o aquello, pero sólo cuando lo que puede decidir está decidido de antemano, entonces se trata de una estatua. Granada está llena de estatuas, en los dos sentidos. De ambos sentidos quiero hablar luego, del sentido metafórico, y del sentido literal.
Al dirigir la actividad, como he dicho, esta adquiere un fin prefijado. El fin, obviamente, no es gestionar la actividad para que sea mejor, se trata, en el caso del beber alcohol, de guiar la voluntad de esas personas. Y guiarla a voluntad de unos intereses comerciales, políticos y sociales que son toda una perversión.
¿Pero qué ha pasado con los lugares públicos?
Volvamos al caso del beber en la calle: se desnaturaliza o pervierte una acción natural como es el beber, y los lugares ya no son lugares. Heidegger lo dice muy claro en La pregunta por la técnica, visto todo ente como existencia, el Rin es visto desde su disponibilidad como existencia, por ejemplo, para el solicitar de una agencia de viajes. Lo mismo podemos decir de nuestra Alhambra, al verla convertida en una atracción, ésta, se ve privada para con las personas de una relación sana, la Alhambra no es la Alhambra, es sólo una aplicación a la que uno puede acceder. Tampoco es positivo el que se nos diga cómo ver la Alhambra, de nuevo volúmenes cerrados, muertos. Porque entonces lo que vemos no es la Alhambra, sino una representación de la Alhambra. La Alhambra no es un espacio donde relacionarse, es una existencia, que solicita éste o aquél, una existencia por la que nuestras experiencias también estén guidas. Hemos perdido la calle, y la hemos ido perdiendo gradualmente, de tal manera que cuando ha pasado, ya casi no nos hemos dado cuenta de lo que en verdad estaba pasando.
De estatuas literales y estatuas metafóricas…
En el sentido literal, hay una zona particular de Granada, una zona que lleva sólo unos pocos años, y que representa el museo callejero más rancio y patriota que uno pueda encontrar. El boulevard va desde la Caleta al Padre Suárez. El sitio está hecho para engañar a los paseantes, con todo mi respeto para quien lo diseñó, y para aquellos que vean un ápice de belleza, mi impresión es que es el peor y más insultante lugar que hay en toda Granada. Ensalza la patria, la cultura española, la triste victoria de Castilla sobre Granada, toreros, Isabel la II, una enorme e insultante bandera patriota ondea frente al Suárez. Por cumplir hay una estatua de Lorca (por cierto, la peor de todas, con una cabeza cuasi deforme, ¡qué comparación con la bellísima e imponente cabeza del Gran Capitán!). El paisaje urbano que conforma este lugar no es ocioso:
Después de todo un paseo de símbolos patrios y granadinos, el Gran Capitán, Lorca y Vivaldi justo atrás, y la Bandera entre la antigua facultad de magisterio, el Suárez, el Americano, Arco Elvira y todo el Albaicín atrás en el paisaje.
¡Menuda fotografía, qué gestión del espacio público! La distribución física tiene una intención clara, generar un espacio que ensalza el sentimiento de identidad, la pertenencia a una comunidad.
Muchos dirán que eso es arte e historia. Pero si la identidad es lo más absurdo y contingente de todo lo que conocemos. La identidad es la asociación histórica de distintas identidades particulares, siempre hay un diálogo, pero ya se sabe, eso de que “la historia la escriben los vencidos”. Igual la identidad se forma por la fuerza, la identidad es la absurda cuerda que tira de títeres que al pasar por el boulevard y ver tal bandera española, o ver símbolos de la historia de España, se sientan identificados. ¡Qué incoherencia! Qué podrá tener que ver quienes representan a la política y la gestión del arte y la cultura, con los granadinos de loa barrios marginales, pro ejemplo. ¡Qué absurdo! Ahora que conviene, juntar en una misma representación a Lorca y por ejemplo, la reina Isabel la católica, o Lorca y la bandera. La bandera, por cierto, es lo más insultante, encierra la mayor contradicción de este teatrillo patriota, muchos sabrán que Federico estudió en el Suárez, ¿no es acaso un insulto poner tanto símbolo nacional frente a donde estudió quien fue asesinado por los antiguos nacionales?
Esto es así porque ahora Lorca vende, vaya que si vende. Que si el centro Lorca, que si Lorca y flamenco. Pero si los granadinos de la chana o el polígono no tienen nada que ver con eso, ¿cómo pueden creerse que ellos comparten algo con eso? Patriotismo, identidad, nacionalismo, siguen hoy igual que antaño en Granada.
Una cita a Nietzsche:
"¿Qué es entonces la verdad? Un ejército
móvil de metáforas, metonimias,
antropomorfismos, en resumidas cuentas,
una suma de relaciones humanas que han
sido realzadas, extrapoladas, adornadas
poética y retóricamente y que, después de un
prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas,
canónicas, obligatorias: las verdades son
ilusiones de las que se ha olvidado que lo
son, metáforas que se han vuelto gastadas y
sin fuerza sensible, monedas que han
perdido su troquelado y no son ahora
consideradas como monedas, sino como
metal."
Sobre Verdad y Mentira
Estatuas, metafóricas o no, que deben dejar de ser sólo estáticas, esculturas del movimiento, como podrían ser esos símbolos interrogantes que han aparecido por toda Granada. Son la forma más cercana de un levísimo y momentáneo comunitarismo que tenemos ahora. En época de pensamiento diverso, nada más unificador que la perplejidad ante algo sencillo y que todos podemos comprender. No sé cuál es el motivo de esos símbolos, he oído a algunas personas decir que tiene algo que ver con los alumnos de magisterio, pero el caso es que eso importa poco. Es pura espontaneidad, porque no es una orden, no consiste en guiar, sino todo lo contrario, es un “gap”, ya no es una estatua cualquiera, genera no una decisión sino curiosidad. No la misma que un anuncio, pues el anuncio quiere que tomemos esta o aquella decisión. Donde hay un gap, hay, además, un silencio. Como estudiamos con Ana, es a partir del silencio que muchas veces historias cobran su sentido.
Ante la divergencia, ante indiferencia, funciona porque de por sí crea diferencia. Sobre el ejemplo del interrogante, puede parecer que su fuerza es una cosa trivial, pero en realidad de lo que se trata es de observar estas estatuas vivientes, estatuas porque son lo que son y son estáticas, no cambian, y vivientes, no por su significado, sino por su capacidad de afectar. Lo interesante es que el significado se crea después, a través del entretejimiento de las experiencias de todos. La capacidad de afectar en ese sentido (y no en el de la publicidad, por ejemplo) es anterior y más fundamental que el mensaje. Prefijar un mensaje, eso sería de nuevo estatuas inertes. De esas ya hay muchas en las calles, ¡y también en los centros sociales (CSOA’s)!
Más fuerte es aún la estatua cuando no quiere decir nada y a la vez representa mucho. Volvamos a mi barrio, Real de Cartuja. Ahí hace semanas que los vecinos de la plaza colgaron en un árbol una silla y encima de la silla, una representación fotográfica a tamaño real de una mujer que luego ellos han pintado y decorado. ¿Qué es esto? Esto no es una broma, o una chiquillada. Es compartir el silencio, compartir algo no dicho pero que nos engloba a todos los del barrio, a todos los que pasamos horas en la plaza. Así es como las cosas adquieren mayor significación. Surgen de la nada, espontáneas, alguien decide poner eso ahí porque sí, está aburrido y no se le ocurre otra cosa. Entonces yo paso por ahí, y lo veo, y pasan otros y lo ven, Nadie queda indiferente. Es una trasgresión activa del espacio urbano, que está ahí, no se mueve, no se sabe quien la ha puesto, o si se sabe, no importa, genera recuerdos en torno a aquel lugar, y a la vez está viva, es lo no permitido y encuadra en el deseo de reapropiación del espacio y de las relaciones naturales que se deberían dar en los espacios.


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