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martes, 15 de febrero de 2011

El lector-actor

Prólogo de "El último lector" (Ricardo Piglia), por Lucía Torres Regalado

El lector-actor se ha descolgado del mundo, o mejor aún, ha construido minuciosamente un mundo a su medida en los apenas cinco centímetros que ocupan en la repisa las 49 páginas a partir de las cuales la Unesco dice que se puede hablar de libro. Fuera de aquí todo va demasiado rápido para nuestro sujeto soñador, no hay motivos especiales que capten su atención para fijarle los pies a la tierra, o todo duele demasiado como para tomarlo en serio. El tiempo en que las calles olían a naranjo y azahar, si es que alguna vez existió, ha pasado y, en cualquier caso, siempre se encontró más cómodo conversando con Demians y Caulfields, un lugar donde todas las mujeres son Penélope.
Los conceptos en la tierra son piedras harto inestables sobre las que posar el pie para cruzar el río, así que, con toda la distancia con la realidad que le brinda navegar en barcos de papel, opta decisivamente por la ficción. Paseando sigiloso y de puntillas por las nubes, el caballero azul ha aprendido a sacarse las punzantes lanzas de su tiempo de las costillas. No viste con harapos y en sus bolsillos, en lugar de tetra-bricks de vino, esconde novelas, pero alguien al otro lado de la acera, se empeña en convertirlo en un nuevo marginado social. No obstante, el idealista está tranquilo: ha encontrado una vida placentera, interesante, apasionante en el escenario de columnas de tinta y allá cada cual con su lectura de la vida.
Del poder que emana de sus paseos impresos (y que parecen otorgar un sentido existencial), nace la convicción de que la ficción puede ser trasladada a la realidad y así es como el actante deambula por ella. Sólo si la ficción literaria es capaz de alterar la propia vida del individuo, entonces podrá ser el espejo posible y deseable en el que la realidad se refleje para cambiar el contexto. Y, para ello, el lector, además de creerlo, tiene que vivir consecuentemente, como si fuera un personaje más de sus novelas.
Del encierro en su dormitorio, surge la libertad. La libertad de ser quién y cómo se desee. Las ciudades más lejanas, las comidas más exóticas, los sistemas más justos...todo está a su alcance. Con el sólo gesto de correr los visillos del prólogo, puede contemplar el tren de despegue del aeropuerto más internacional del mundo. Y, no sólo porque es un lector voraz, sino porque vive en la literatura, su mundo de letras se despliega ante, durante y mediante cualquier actividad que desarrolle porque no es capaz de desprenderse de una matriz imaginativa que ha pasado a suplantar y elevarse por encima de lo que otros han convenido llamar realidad.

1 comentario:

  1. Hola soy estudiante de arquitectura de la Universidad de Málaga y mi texto es "El último lector" de Ricardo Piglia. Cuando comenzamos esta actividad junto a vosotros nos entregaron un texto en el cual venían descritas una serie de cualidades espaciales. A partir de ahí tuvimos que buscar un lugar que cumpliera dichas cualidades. Lo que a mí se refiere lo tuve claro nada más iba leyendo el texto, mi edificio sólo podía ser uno: El Faro de Málaga.
    Un lugar emblemático de nuestra ciudad costera que tiene un poder mágico y único en la ciudad.
    Lo más destacable e importante del texto de Ricardo Piglia es la manipulación de lo real a través de un ente "irreal", la capacidad de cambiar y transformar la ciudad a través de una maqueta. Realmente me ha resultado complicado encontrar la manera de crear esa interacción entre el Faro y la ciudad de Málaga, de tal manera que se pueda crear una unión bidireccional. La manera que yo he encontrado de crear esta relación es a través de los colores, algo básico pero que con un significado bastante importante, comunicativo y sensitivo. Más adelante cuando yo consiga aclarar mi proyecto me gustaría poder compartirlo con este blog, con vosotros, que realmente sois nuestros compañeros y guías de esta actividad. Un saludo y enorabuena por todo esto.

    Rocío Muñoz Arcos
    Estudiante de la eaM'

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